viernes, 24 de septiembre de 2010

El enfoque participativo en la política pública

La Metodología FLACSO de Planificación y Gestión Integradas desarrolla una nueva forma de concebir el accionar del Estado y su interacción con los actores sociales en un proceso abierto de aprendizaje en forma compartida entre sector público, sociedad civil y comunidad académica.
Nos invita a transitar, evaluar y continuar construyendo un nuevo paradigma de la actividad de planificación respecto de la planificación tradicional reformulando las etapas, sus procedimientos técnicos y la implementación del proyecto, implicando básicamente una reestructuración de la comprensión del lugar de los actores sociales así como de su interacción y recursos de poder.
La concepción tradicional de la planificación social “se funda en varios supuestos que no se sostienen en nuestra realidad, o que no son deseables a un sistema democrático” a lo que sería interesante agregar que se basa en elementos que desconocen la dinámica social y, más aún, su complejidad creciente. Max Weber en su trabajo conceptual sobre la acción indicaba que cualquier acción en su condición social se encontraba mentada en relación al comportamiento esperable de otros, es decir, acción cuyo sentido mentado por el sujeto/sujetos está referido a la conducta de otros. Desde este lugar se pude observa la gran dificultad que implica el diseño de estrategias racionales que logren resultados esperados por parte de los científicos-técnicos mientras no se considere la complejidad de la interacción en tanto conducta mentada.
Los autores incorporan la turbulencia para dar cuenta de que la dinámica y la complejidad propia de la realidad social no permiten brindar un orden racional a los procesos de la misma o a sus resultados.
En este sentido, la planificación participativa presenta una nueva forma para plantear la secuencia lógica de tratamiento de un caso que permite avanzar buscando altos niveles de racionalidad, eficacia y eficiencia en la gestión e implementación del proyecto. Esta búsqueda se realiza en forma concertada por un conjunto de personas y organizaciones heterogéneas diferenciándose de la concepción tecnocrática del paradigma tradicional donde el acceso al conocimiento sobre prioridades y necesidades de la población meta se podía plantear a través de los técnicos asociados al caso.
Por otra parte, el nuevo paradigma abre la perspectiva en la identificación de actores sociales involucrados desde diversas esferas ya sea por sus capacidad de acción político-institucional y/o jurisdiccional, por los recursos o canales específicos que controlan, por ser destinatarios del proyecto. La mayor de las ventajas es la posibilidad de repensar el nosotros a través de la oportunidad de estructuración en tanto actores relevantes para la producción y reproducción social facilitando el espacio de articulación para que así sea.
Luego de evaluar la viabilidad del proyecto, comenzando a tener en cuenta la multiplicidad de actores como las relaciones de poder que se encuentran imbricadas en el seno de los mismos para lograr facilitar un espacio de articulación, surge la necesidad de comprender el sector configurando el diagnóstico. En esta etapa se intenta reconstruir los elementos subyacentes propios de las interacciones entre los diferentes elementos. El mismo paradigma posibilita en tanto un reconocimiento más realista y en profundidad de la dinámica social entre actores, del contexto más global que atraviesa al sector así como de la misma órbita sectorial.
Este punto requiere de un análisis pormenorizado en función de que para lograr cada una de las instancias previstas por la planificación participativa se requieren trabajos grupales de toda índole por medio de un proceso democrático, donde no sólo interesa el conocimiento de los actores implicados y beneficiarios sino también se incorporan en términos reales sus intereses, posiciones y actitudes en el proyecto mismo. De este modo, no puede este paradigma quedarse en un simple enunciado como sucede en nuestra sociedad, en tanto se dificulta la articulación de esta metodología con la cultura política que se reproduce en nuestro país.
La cultura política de la polarización, del blanco y el negro, del desencuentro donde los puntos de convergencia a través de consensos parecen desaparecer cada día más, donde la crítica constructiva no tiene lugar -y esto se puede analizar en los discursos ejecutivos y legislativos, sin ir mucho más lejos- forma parte de nuestra realidad. La cultura de la confrontación de cosmovisiones políticas que se visualiza en el orden del universo discursivo y en el de las representaciones de la realidad sobre subjetividades individuales y colectivas, a partir de prácticas informativas y publicitarias, de inéditos marcos comunicacionales, son las que están instituyendo desde lo cultural una forma de hacer política.
Un país que no revisa, que no reflexiona desde lo institucional difícilmente pueda trasladar actividades de reflexión y estrategias de resolución de conflictos al interior de un comité de gestión cuando el conflicto es social, es político y, básicamente, se reproduce e instituye desde lo cultural. Hablar de construcción de consensos hasta el momento solo ha sido parte de una formalidad planteada entre palabras perdidas de la órbita política. La construcción de consensos no es sólo un planteo de la estructura política y de nuestros representantes. Es un replanteo de la sociedad civil, además del de la estructura política, en su conjunto, que no comprende consensos o lo hace sólo en el marco de alianzas transitorias con fines de corto plazo, intereses políticos “destituyentes” por retomar conceptos difundidos en el discurso del ejecutivo así como en los medios nacionales. En síntesis, se espera eliminar la diferencia y no se intenta trabajar con ella, a través de ella para comenzar a desandar caminos de aprendizaje individual, mutuo y colectivo.
Desde este lugar resulta difícil, revertir en términos reales el paradigma tradicional cuando los procesos decisorios deben democratizarse a todo nivel, no solo pensando en potenciar a los actores más débiles sino brindando un lugar dentro del espacio social de gestión a los diferentes actores individuales o colectivos.
Nuestro país y sus políticas requieren esta metodología para la planificación, para superar la resistencia al cambio propia de la falta de implicaciones con las acciones diseñadas además de no poner en evidencia la complejidad de los sistemas reales, planteando proyectos que no dan cuenta de la misma logrando la reproducción de las relaciones de poder que dieron por resultado la marginalización creciente y la dificultad de ser eficaces y eficientes en la tarea de planificación.,
Otras de las cuestiones que entiendo plantean dificultades en la democratización del estilo de gestión y desarrollo de las políticas sociales en tanto persigue el objetivo a través de una mirada anti-tecnocrática, es la vinculación entre dos variables relevantes como son el tiempo y los políticos.
Lograr articular la variable de los tiempos políticos, muchas veces condicionados por la “necesidad” política de dar cuenta de ello en los medios de comunicación mientras se pretende continuar con la articulación de actores que no deben resentirse cuando escuchan hechos consumados sin una tarea reflexiva en conjunto ya realizada, es de gran dificultad hasta tanto los políticos no comprendan los tiempos como un costo de gestión necesario para pensar el desarrollo social a largo plazo.
De este modo, por un lado, el tiempo es un factor crítico para la implementación de proyectos sociales en tanto implica costos crecientes mientras transcurre, así como costos sociales en tanto no se da respuesta al problema identificado. En este sentido, los funcionarios pueden no comprender la necesidad de disponer de estos tiempos para la consecución de consensos y articulaciones, negociando en función de los recursos de poder de los actores involucrados y diagramando tareas que faciliten la construcción de puntos de encuentro en medio de la complejidad creciente. Y esto no es menor.
En el caso de que la participación directa sea comprendida como una sustitución de los canales formales de gestión social o, lo que es más grave pero no menos alejado de lo que nos sucede como sociedad, donde la participación sea entendida como una pérdida de poder personal del funcionario público o de su equipo -cuando el narcisismo propio de esta sociedad del hiperconsumo descripta por Lipovetsky se hace sentir- debemos reflexionar desde que lugar podríamos repensar nuestra reproducción cultural en términos políticos para reconstruir las instituciones desde prácticas participativas con la finalidad de poder conjugarlo a futuro con un estilo de gestión que demande estas instancias y que no las resista.
Sugerir que la escucha de los principales beneficiarios de las decisiones viabiliza un rédito en términos políticos a largo plazo, puede ser el punta pie inicial de una negociación política entre funcionario y técnicos para poder dar cuenta del paradigma participativo en toda su expresión.

martes, 7 de septiembre de 2010

El subempleo como variable de ajuste del mercado de trabajo marplatense



El estado de la ocupación de una población es la base desde la cual se derivan las condiciones materiales de vida de la misma logrando un desarrollo adecuado de las posibilidades de realización de las personas en un contexto donde el mercado de trabajo permita una inserción ocupacional económicamente eficiente y equitativa.
El último informe de INDEC correspondiente al segundo trimestre de 2010 informa un indicador de desempleo para el aglomerado Mar del Plata- Batan de 8,3% que, comparado con el informe del mismo trimestre del año anterior, registra un descenso del 6,1% lo cual a primera vista resulta alentador.
En este sentido, dos consideraciones debemos tener en cuenta para dar al análisis la amplitud que requiere conocer el mercado de trabajo local. La primera está vinculada a la veracidad de los indicadores aportados o bien, los posibles errores que llamamos metodológicamente no muestrales por parte del INDEC. Si observamos entre el informe aportado por el organismo que supo ser ejemplo latinoamericano y que trabaja actualmente con metodología y criterios que han sido avalados por la OIT, entre el informe del 2do trimestre y 3er trimestre de 2009 se observa una oscilación preocupante en la tasa de actividad, es decir, aquellas personas que actualmente trabajan o no lo hacen pero están buscando de forma activa empleo, pasando de 299 mil a 283 mil personas. De este modo, este indicador desciende de forma bastante significativa entre un trimestre y otro. Si esto realmente hubiera sucedido nuestro mercado de trabajo tiene una dinámica que desconocemos o algún factor externo absolutamente impensado incidió en este movimiento, para lo cual no tenemos elementos que lo sustenten.
Solicitar bases de datos de estos relevamiento e informes sobre algunos indicadores estadísticos que permiten dar cuenta de la validez del estudio serían el primer abordaje posible desde esta perspectiva. O, en su defecto, trabajar sobre la construcción de los indicadores socioeconómicos locales resulta indispensable para quien pretende no solo conocer las verdaderas condiciones socioeconómicas del partido, más aún para quien intenta planificar la Mar del Plata del futuro considerando la tan olvidada agenda social.
El segundo elemento está vinculado a lo que consideramos brecha de empleo, recordando que no sólo se trata de mirar el indicador de desempleo sino que el subempleo es un actor tan o más importante en el análisis del mercado laboral. Si la expansión de la disponibilidad de mano obra excede en dinamismo la expansión del número de puestos de trabajo propios emerge una brecha de empleo. Esta puede expresarse en desocupación abierta, pero puede no ser la única forma de hacerse visible en los indicadores ya que el principal mecanismo de ajuste se observa en la generación de subempleo.

Cuando hay desajuste entre la mano de obra disponible y la generación de fuentes de trabajo, un primer efecto se manifiesta a través de las tasas de desempleo (de tiempo abierto encubierto) elevadas o crónicas. El balance del mercado de trabajo podría sostenerse a través de una segunda vía de ajuste que es el subempleo.
En este sentido, se puede realizar una diferenciación entre ocupaciones plenas y no plenas. Las primeras corresponden a formas de inserción ocupacional genuinas y son, a las que se hace referencia cuando se habla de la generación de puestos de trabajo. Las segundas tienen la naturaleza de un mecanismo de ajuste del mercado de trabajo ante la tendencia a un desajuste crónico entre las disponibilidades de los recursos humanos y las oportunidades de empleo. Se pueden definir como actividades “refugio”, en tanto permiten ejercer alguna ocupación productiva y derivar un ingreso ante la imposibilidad de obtener una inserción ocupacional más regular o integrada.
El subempleo se puede expresar en una diversidad de formas particulares. Cuando la referencia se hace al subempleo visible u horario se habla de los ocupados que trabajan involuntariamente una jornada de duración menor a la habitual.
El sector informal urbano donde se encuentran una variedad de actividades desarrolladas en unidades productivas de pequeño tamaño y estructuración no formal, con bajos niveles de productividad, acceso virtualmente irrestricto, elevada rotación, reducida intensidad de capital, incapacidad de generar excedente para formación de capital. Los estudios empíricos ubican este segmento entre los comerciantes y los servicios personales.
El servicio doméstico, el sobreempleo en el sector público y el denominado sector rural tradicional como segmento ocupacional primario completan las diferentes expresiones del subempleo que, también hace referencia, a otros fenómenos como la terciarización del empleo, la expansión del cuentapropismo, la microempresa y el trabajo familiar.
El último informe del INDEC permite observar un subempleo que asciende al 13,0%, donde el 9,8% de la población demanda mayor cantidad de horas laborales y las busca de forma activa y un 3,1% si bien tiene una jornada reducida y pueda encontrarse en alguna de las cinco categorías descriptas anteriormente, no busca de forma activa mayor cantidad de horas laborales. Así, la brecha de empleo del Partido de General Pueyrredon es del 21,3% lo cual implica decir que son los que tienen problemas vinculados al empleo y, por ende, al ingreso cápita y del hogar.
El indicador de subempleo demandante es el tercero entre los aglomerados relevados en la última medición del INDEC. Primero se ubica Salta con un 10,3% de subempleo demandante, lo sigue Jujuy-Palpalá con un 9,9% mientras que casi compartiendo el lugar se encuentra el aglomerado Mar del Plata-Batan con 9,8%.
En el Partido de General Pueyrredon, son 61.000 personas con problemas relativos a una inserción ocupacional económicamente eficiente y equitativa.

Variable histórica de ajuste

En relación a la tabla de indicadores elaborada en base a datos provistos por el INDEC se observan algunas cuestiones interesantes que avalan y sustentan la idea del subempleo como variable de ajuste. Si observamos desde el 2do trimestre de 2008 el subempleo general se ubica por encima del indicador de desocupación salvo en el 2do trimestre de 2009 donde el índice de desempleo sufre un ascenso significativo con la correlativa disminución del subempleo. En este caso, podríamos decir de forma hipotética que al no funcionar como variable de ajuste el subempleo, asciende el desempleo y resuenan los números en los medios de comunicación de la cuidad, además de las justificaciones locales para dichos indicadores.
Ese análisis parcial continúo con parcialidades en las miradas actuales de los indicadores del mercado de trabajo del Partido. La brecha de empleo es desocupación abierta más desempleo sino podemos acceder, además, a los datos que den cuenta de desempleo encubierto u oculto.
La brecha de empleo entre el 2do trimestre 2008 y el 2do trimestre 2010 se mantienen sin variaciones. Con respecto a la comparación entre 2do trim. 2009 y 2do trim. 2010 se observa un descenso de 3 puntos entre la mano de obra disponible y la generación de fuentes de trabajo plenos.
Retomando los indicadores de la tasa de actividad se puede observar que los últimos trimestres del año están asociados a la temporada de verano donde este último tiende, de forma esperada, a aumentar en función de todos aquellos que se incorporan para realizar trabajos por tiempo determinado en el sector terciario local. En estos trimestres, el indicador de actividad es del 47,9% y 47,0% durante el cuarto trimestre de 2008 y de 2009 respectivamente. De forma llamativa, un indicador de actividad ampliamente mayor se observa en el 2do trimestre de 2009 ascendiendo al 49,1%. Este fenómeno explica, en parte, el ascenso del indicador del desempleo que produce ese desajuste con el que se está realizando la comparación.
En síntesis, la mirada y el análisis de los indicadores del mercado de trabajo deben abrirse hacia el concepto de brecha de empleo considerando la composición compleja del mismo. El subempleo es una variable de ajuste que en Mar del Plata continua siendo una constante.

La inseguridad en la opinión pública marplatense

La inseguridad es el principal problema según los ciudadanos marplatenses. Un 79,4% expresa que el mismo se encuentra entre sus preocupaciones seguido por el desempleo con un 25,8% de las menciones, una diferencia porcentual significativa en relación a la falta de seguridad.
Estos datos se encuentran basados en un estudio de opinión pública con un muestra de 408 casos en el Partido de General Pueyrredón con un diseño muestral probabilístico por conglomerados polietápico de fases múltiples realizado entre los días 13 al 19 de agosto de 2010. El error muestral es +/- 4,95 con un nivel de significación del 95%.
En el mismo estudio se indago acerca de la percepción comparada de la seguridad con respecto a un año atrás. Para el 83,0% de los entrevistados la seguridad empeoró en con respecto al año anterior.
De este modo, y una vez que se corrobora que la inseguridad se encuentra en la agenda de nuestra opinión pública se plantearon dos dimensiones de análisis de nuestra sociedad local. Por un lado, se aborda la problemática desde las soluciones, posibles respuestas que se encuentra en el imaginario colectivo con implicaciones múltiples, entre ellas la producción de sentido que se observa en los medios de comunicación o en la discursividad de los formadores de opinión. Por otra parte, un tema que resulta relevante para la construcción ciudadana que parte de la comprensión del lugar desde donde se desarrolla la construcción de nuestra realidad. En este sentido, se indaga sobre el lugar y los actores involucrados en la modificación o el cambio de la realidad, sus problemas y la coyuntura.

Soluciones a la problemática

Incrementar la presencia policial en las calles con mayor control y vigilancia es la respuesta con mayores menciones entre los marplatenses, ascendiendo al 40,2%. Las leyes, su ampliación, promulgación y mejora (24,7%) es la segunda solución que deberían implementar los distintos niveles gubernamentales del país.
Posteriormente surgen cuestiones que apuntan a una solución de fondo, desde la implementación de políticas públicas para una mayor integración social cuando los respondentes hacen referencia en un 16,5% de los casos a la necesidad de brindar fuentes de trabajo y en un 14,9% a la educación, formación y capacitación.
Con un 7,0% se observan aquellos ciudadanos que entienden que cambiando la edad de imputabilidad de los menores la sociedad encontrará el camino hacia una solución del tema y con un similar 6,7% se hace oir la porción de nuestra comunidad que pide “mano dura” o “sacar los militares a la calle”.
En un 4,6% de las menciones aparece un interesante punto vinculado a una de las dimensiones que a priori se planteo esta estudio como objetivo. Este porcentaje surge de forma espontánea, tal como las anteriores respuesta, y hace referencia a la necesidad de unión, de búsqueda de consenso ciudadano, entre la gente común, la que está demandando desde el llano respuestas a un tema que preocupa y conmueve con casos resonantes y muy tristes que nos ha sucedido en los últimos días en el país.
Finalmente se observan algunos porcentajes mucho menos relevantes pero que reclaman su lugar como son aquellos que hacen referencia a la pena de muerte (2,0%) o los que entienden que “bloqueando villas miseria” (1,0%) se encuentra respuesta a la inseguridad de las calles del país.
Como síntesis se puede visualizar un doble abordaje de las respuestas de los marplatenses acerca de las soluciones o respuestas sobre la inseguridad. Uno que hace referencia a cuestiones de índole estructural (acercándose más a la idea de una preeminencia del todo social sobre sus partes individuales, acentuándose las cuestiones restrictivas de la estructura) con soluciones vinculadas a la modificación o ampliación de leyes o a la necesidad de incorporar mayor presencia policial en las calles. Este tipo de abordaje es entendido como respuesta al problema por un 81,3% de los respondentes.
Un 31,4% de los marplatenses entiende que el abordaje de la problemática se encuentra vinculado a la posibilidad de inserción del individuo a través de políticas sociales de empleo y empleabilidad haciendo referencia, en este mismo sentido, a la educación, formación o capacitación.
De este modo, la mirada suma al sujeto, su subjetividad, los elementos culturales, la historia como parte del proceso que brindaría respuestas a semejante problemática social. Diría Giddens (1984), que en las actividades humanas se reproducen las condiciones que hacen posibles sus acciones. Es decir, no hay cuestiones estructurales que determinan ni agentes sociales que actúan sin condicionamientos de las normas o de las mismas instituciones.
Un 15,6% de los respondentes expresa respuestas vinculadas con la estructura mientras entiende que también políticas inclusivas podrían aportar elementos para una construcción social diferente.

Atribución de responsabilidades y ejercicio de la ciudadanía

Indagando acerca de la responsabilidad de modificar la realidad de nuestro país, los marplatenses expresaron en un 89.2% de las menciones que es el gobierno, los legisladores, concejales, es decir, el poder político ejecutivo y legislativo en general son los que tienen esta responsabilidad. Es importante aclarar que el poder ejecutivo nacional se queda con el 40,3% de las menciones relativas al poder político en general.
Entre los responsables se encuentra según un 22,7% de los entrevistados la justicia, los fiscales y los jueces, es decir, el poder judicial. Con un peso relativo similar aparece la responsabilidad ciudadana, de padres y de la familia en la construcción de la realidad (24,7% de las menciones).
La escuela y otras instituciones educativas obtuvieron el 14,4% de las menciones en las responsabilidades indagadas. Y con un 6,2% de las menciones aparece la policía como la responsable de modificar nuestra realidad.
Las menciones de cada respondente son múltiples con lo cual se observa que superan las mismas al 100%.
De este modo, se visualiza un 24,7% de los respondentes que de forma espontánea entiende que como ciudadanos hay responsabilidad o necesidad de incidencia en la vida pública. Sin embargo, cuando se dirige la pregunta sobre el rol de la ciudadanía como motor de cambio social indagando acerca de la posibilidad concreta de modificar la realidad a través de la apropiación de una ciudadanía plena las respuestas están bien repartidas. Un 51,3% de los marplatenses entiende que desde el lugar de ciudadano se puede incidir sobre la realidad mientras que un 48,7% expresa lo contrario.
Entre quienes consideran que la ciudadanía tiene la posibilidad de plantear un cambio surge la necesidad de construcción de consensos, unión, solidaridad y compromiso como herramientas que harían posible la participación de los actores sociales desde su momento autónomo. Este fenómeno se acentua más entre el segmento más joven de la población (18 a 29 años) mientras que aparece de forma poco significativa en el segmento de adultos mayores (65 años y más).
Podría plantearse lo expresado por la opinión pública marplatense a través de en una nueva solidaridad en términos de Emile Durkheim, una articulación diferente entre lo político y lo social con la finalidad de garantizar la cohesión social y dar lugar al pleno ejercicio de los derechos políticos, sociales y civiles que sugieren desde esta triple apropiación, una ciudadanía plena.

jueves, 15 de julio de 2010

Revisando el tránsito en Mar del Plata

El tránsito en la ciudad de Mar del Plata ha sido un tema que ha despertado diversas voces a lo largo de la historia local. La problemática del respeto de las normativas en el tránsito es una temática de agenda de muchas grandes ciudades en el mundo y creo que tener la posibilidad de analizar las cuestiones que subyacen a las acciones políticas al respecto nos permite entender indicadores muy importantes relativos a la construcción social de la realidad.
En Mar del Plata el tema tiene una visión bastante extraña en relación a como se lo concibe donde subyace un orden social simplificado y alejado de la transición social a la que estamos asistiendo. Hace un tiempo (un mes aproximadamente) se podía observar en la televisión local una pauta comunicacional, donde se reiteraba a modo de mantenimiento de la norma: “Estacionar en doble fila está mal”.
El orden social no es considerado como externo e impuesto al individuo, sino que aparece a través de una relación dialéctica con éste, como producto humano. Aprender la realidad de la vida cotidiana resulta algo normal, constituye una actitud natural realizada a través de la interacción con otros. Esa realidad que se presenta objetivada y que, mediante procesos de socialización, internalizamos requiere ejercicios de mantenimiento la norma. Hasta aquí, no resulta extraño recurrir a estos artilugios con la intencionalidad de reforzar estas normativas en el tránsito local.
Sin embargo, creo que desde este lugar es importante pensar la diferencia entre el mantenimiento de la norma y el proceso de desintegración de la misma. Los primeros análisis sobre el tema daban cuenta de la necesidad de regulación y coerción social sobre libertades individuales con la finalidad de proteger la convivencia humana del “todos contra todos”. Sin embargo, la nueva modernidad y la llegada del nuevo capitalismo de consumo dedicado a la estimulación permanente de la demanda, a partir de la segunda mitad del siglo XX, abre las puertas a la civilización del deseo. En el marco de este nuevo momento histórico donde el advenimiento del consumismo gesta un proceso de desmantelamiento de la regulación normativa deben repensarse las instancias de acción sobre las problemáticas que las involucren.
La coerción se reemplaza por la estimulación, los patrones de conducta obligatorios por la seducción continua y donde antes había regulación normativa hoy hay una sucesión de deseos insaciables e inestables. De este modo, la estructuración social tiene nuevos elementos que constituyen la realidad y debemos considerar si se trata de planificar sobre análisis de situación válidos.
Elementos que refuercen la norma deberían tener una continuidad y verse acompañados por aquellas actividades concretas orientadas a reducir la desintegración de la misma además del control habitual. Trabajar la temática a través de la confluencia de estos tres elementos es una forma más afectiva de abordar este problema. Si la estructuración social se produce a través de la práctica concreta y la misma práctica demuestra y permite observar que la norma esta en un proceso de desintegración (dejar el auto en doble fila, cerrado y con balizas para bajarse a realizar un trámite es un emergente concreto de esto) hay que revisar cuestiones como cursos y aprendizaje de normativas vigentes en el tránsito.
Una norma desintegrada requiere control pero es, justamente, esta desregulación la que requiere una consecución del control a largo del tiempo. Dejar de hacerlo, que esto llegue a divulgarse y no habiendo trabajado sobre el proceso de desintegración y la socialización/ resocialización así como el aprendizaje concreto de las mismas dejaría las condiciones necesarias para volver a encontrarnos por fuera de la normativa vigente.
Esto puede sustentarse desde algunos elementos relevados en un estudio exploratorio sobre tránsito realizado por la Consultora Ayala & Asoc. en septiembre de 2009 con 350 casos mediante una muestra probabilística por conglomerados polietápica con ajustes de cuotas de sexo y edad.
La primera indagación estuvo vinculada con la situación del tránsito con respecto al año anterior, es decir, en términos comparativos. Para el 8,8% ha mejorado el transito en la ciudad, según el 5,3% se ha mantenido igual de bien mientras que el 22,1% expresa que se ha mantenido igual de mal y el 62,0% afirma que ha empeorado.
Antes de indagar acerca del cumplimiento de la norma de tránsito se hace la referencia a la existencia de normativas para el ordenamiento del mismo. El 92,9% de los entrevistados del Partido expresa que hay suficientes normas para regular el transito pero que estas no se cumplen, el 6,2% dice que no hay las suficientes y un 0,9% no sabe/ no responde.
Una vez que se constata que los respondentes opinan que las normas que regulan el tránsito existen pero no se cumplen, indagamos acerca del cumplimiento individual y de los otros (“la gente”). De forma paradójica, el 85,2% dice que personalmente las cumple, un 12,5% dice que lo hace sólo a veces mientras el 2,3% no lo hace. Caso contrario, ocurre cuando la pregunta se orienta hacia el resto de los ciudadanos marplatenses. En este punto, el 73% expresa que no cree que la gente respete las normas vigentes de transito, un 25% expresa que la gente las respeta solo a veces y el 1,0% dice que siempre son respetadas.
Con esta sintética observación sólo pretendo aportar elementos para el análisis de situación en relación a la identificación de un problema, primer paso para la planificación de un programa.

Construyendo nuestra identidad

Planificación participativa para los marplatenses

En estos últimos días la ciudad ha comenzado a discutir y a movilizarse desde diferentes sectores en relación a su patrimonio histórico y a su identidad. Se ha logrado evadir la intención de desafección del inmueble ubicado en Belgrano e Hipólito Yrigoyen donde actualmente se encuentra la Mueblería Robert aunque, por otra parte, hemos sido testigos del voto favorable por parte del Concejo Deliberante sobre la desafectación y demolición del Chalet San Jose de Boulevard Marítimo y Bernado de Irigoyen. Había sido declarado de interés patrimonial en 1995, cuando se aprobó y reglamentó el Código de Preservación Patrimonial.
Nuestra historia con amplios movimientos migratorios, una identidad que se encuentra pluralmente arraigada en cuestiones vinculadas a la naturaleza propia de una ciudad balnearia y turística y un programa político errático entre 1995 y le fecha son elementos que permiten ponderar la discusión sobre patrimonio histórico e identidad en Mar del Plata.
Cuando se piensa en términos de patrimonio, muchas veces se hace referencia a aquello que resulta emblemático y no sobre lo cotidiano. Por ello, pensar desde la apropiación del patrimonio histórico, entendiendo los usos sociales que relacionan esos bienes con las necesidades de ciertos grupos acortaría la distancia entre la comunidad y el patrimonio. La posibilidad de selección de lo que será el patrimonio de nuestra sociedad es lo que va a determinar, a fin de cuentas, esta distancia. Desde aquí repensamos la idea de patrimonio resultando un fruto del consenso y de la identidad social y no una resolución de un grupo hegemónico.
De este modo, nos inscribimos en una forma de pensar la cultura diferente a la que solemos escuchar. La cultura ya no como totalidad de un modo de vida, ni como entidad estática y hegemónica sino que la comenzamos a comprender desde el concepto de lo plural, de la diversidad propia del mundo histórico. No se trata de una cualidad inmutable desde el principio de los tiempos, sino de una construcción del presente que regenera el pasado en la búsqueda de un futuro posible.
Aquel eje totalizador que respondió en la modernidad con paradigmas vigentes que señalaban un solo rumbo posible, paradójicamente, se encontraba casi negando la real intervención de los hombres sobre su propia existencia. Hoy, a la luz de esta interpretación de lo social, nos permite analizar objetivamente procesos de estructuración social prestando la debida atención a las representaciones y las subjetividades individuales, al lugar del hombre, a la apropiación que el mismo pretende realizar de su patrimonio arquitectónico.
Entonces si redefinimos la idea de cultura, tenemos que seguir por la misma línea el concepto de identidad que como construcciones simbólicas que involucran representaciones y pertenencias comprendemos, también, desde lo plural, lo cambiante, lo múltiple. Y, en este sentido, Garcia Clanclini aclara que no podemos pensar que esta multiplicación es libertad irrestricta o indeterminación sino algo propio del crecimiento urbano de las ciudades del mundo, donde el desafío resulta volver el mundo traducible para convivir en la diversidad.
Una ciudad con características migratorias y una complejidad creciente son factores que deben permitirnos el salto cualitativo de cualquier polarización, costumbre política argentina. Ni tradicionalismo sustancialista, donde la evaluación de los bienes históricos es solamente a través del valor que conllevan en sí mismos, considerando que han desaparecido experiencias sociales y el trabajo de quienes los produjeron y el pasado desvanecido sobrevira a través de los bienes que lo rememoran; ni mercantilismo en el cual los bienes acumulados por la sociedad importan en la medida en favorecen o retardan el avance material y cualquier inversión para recuperar patrimonios se justifica si cotiza en el mercado.
Una perspectiva participativa podría ser el comienzo de la salida en la cual el accionar del Estado y su interacción con los actores sociales se desarrolle en un proceso abierto de aprendizaje en forma compartida entre sector público, sociedad civil y comunidad académica. Esta búsqueda debería estar planteada en forma concertada por un conjunto de personas y organizaciones heterogéneas diferenciándose de la concepción tecnocrática del paradigma tradicional de planificación donde el acceso al conocimiento sobre prioridades y necesidades de la población meta se podía plantear a través de los técnicos asociados al caso.
Así, la idea de cultura, la construcción de identidad posterior y el paradigma de planificación participativa tienen elementos subyacentes compartidos en tanto la selección de qué y cómo se preserva se realiza por medio de un proceso democrático en el que intervengan interesados y se consideren sus hábitos y opiniones. Esta forma de planificación esta conjugando la diversidad, buscando consensos y construyendo la identidad lejos de los emblemas patrimoniales o los tecnicismos en una interacción con los grupos sociales interesados en la construcción de un espacio de pertenencia local.
Entonces si la construcción cultural local que abarca mezclas interculturales en función de sus conocidos movimientos migratorios y, en este mismo sentido, si la identidad se comprende desde la pluralidad de pertenencias en una construcción simbólica del hombre, son estos grupos sociales interesados en esta identidad local los que deben ser escuchados en la producción del patrimonio histórico marplatense.