jueves, 15 de julio de 2010

Revisando el tránsito en Mar del Plata

El tránsito en la ciudad de Mar del Plata ha sido un tema que ha despertado diversas voces a lo largo de la historia local. La problemática del respeto de las normativas en el tránsito es una temática de agenda de muchas grandes ciudades en el mundo y creo que tener la posibilidad de analizar las cuestiones que subyacen a las acciones políticas al respecto nos permite entender indicadores muy importantes relativos a la construcción social de la realidad.
En Mar del Plata el tema tiene una visión bastante extraña en relación a como se lo concibe donde subyace un orden social simplificado y alejado de la transición social a la que estamos asistiendo. Hace un tiempo (un mes aproximadamente) se podía observar en la televisión local una pauta comunicacional, donde se reiteraba a modo de mantenimiento de la norma: “Estacionar en doble fila está mal”.
El orden social no es considerado como externo e impuesto al individuo, sino que aparece a través de una relación dialéctica con éste, como producto humano. Aprender la realidad de la vida cotidiana resulta algo normal, constituye una actitud natural realizada a través de la interacción con otros. Esa realidad que se presenta objetivada y que, mediante procesos de socialización, internalizamos requiere ejercicios de mantenimiento la norma. Hasta aquí, no resulta extraño recurrir a estos artilugios con la intencionalidad de reforzar estas normativas en el tránsito local.
Sin embargo, creo que desde este lugar es importante pensar la diferencia entre el mantenimiento de la norma y el proceso de desintegración de la misma. Los primeros análisis sobre el tema daban cuenta de la necesidad de regulación y coerción social sobre libertades individuales con la finalidad de proteger la convivencia humana del “todos contra todos”. Sin embargo, la nueva modernidad y la llegada del nuevo capitalismo de consumo dedicado a la estimulación permanente de la demanda, a partir de la segunda mitad del siglo XX, abre las puertas a la civilización del deseo. En el marco de este nuevo momento histórico donde el advenimiento del consumismo gesta un proceso de desmantelamiento de la regulación normativa deben repensarse las instancias de acción sobre las problemáticas que las involucren.
La coerción se reemplaza por la estimulación, los patrones de conducta obligatorios por la seducción continua y donde antes había regulación normativa hoy hay una sucesión de deseos insaciables e inestables. De este modo, la estructuración social tiene nuevos elementos que constituyen la realidad y debemos considerar si se trata de planificar sobre análisis de situación válidos.
Elementos que refuercen la norma deberían tener una continuidad y verse acompañados por aquellas actividades concretas orientadas a reducir la desintegración de la misma además del control habitual. Trabajar la temática a través de la confluencia de estos tres elementos es una forma más afectiva de abordar este problema. Si la estructuración social se produce a través de la práctica concreta y la misma práctica demuestra y permite observar que la norma esta en un proceso de desintegración (dejar el auto en doble fila, cerrado y con balizas para bajarse a realizar un trámite es un emergente concreto de esto) hay que revisar cuestiones como cursos y aprendizaje de normativas vigentes en el tránsito.
Una norma desintegrada requiere control pero es, justamente, esta desregulación la que requiere una consecución del control a largo del tiempo. Dejar de hacerlo, que esto llegue a divulgarse y no habiendo trabajado sobre el proceso de desintegración y la socialización/ resocialización así como el aprendizaje concreto de las mismas dejaría las condiciones necesarias para volver a encontrarnos por fuera de la normativa vigente.
Esto puede sustentarse desde algunos elementos relevados en un estudio exploratorio sobre tránsito realizado por la Consultora Ayala & Asoc. en septiembre de 2009 con 350 casos mediante una muestra probabilística por conglomerados polietápica con ajustes de cuotas de sexo y edad.
La primera indagación estuvo vinculada con la situación del tránsito con respecto al año anterior, es decir, en términos comparativos. Para el 8,8% ha mejorado el transito en la ciudad, según el 5,3% se ha mantenido igual de bien mientras que el 22,1% expresa que se ha mantenido igual de mal y el 62,0% afirma que ha empeorado.
Antes de indagar acerca del cumplimiento de la norma de tránsito se hace la referencia a la existencia de normativas para el ordenamiento del mismo. El 92,9% de los entrevistados del Partido expresa que hay suficientes normas para regular el transito pero que estas no se cumplen, el 6,2% dice que no hay las suficientes y un 0,9% no sabe/ no responde.
Una vez que se constata que los respondentes opinan que las normas que regulan el tránsito existen pero no se cumplen, indagamos acerca del cumplimiento individual y de los otros (“la gente”). De forma paradójica, el 85,2% dice que personalmente las cumple, un 12,5% dice que lo hace sólo a veces mientras el 2,3% no lo hace. Caso contrario, ocurre cuando la pregunta se orienta hacia el resto de los ciudadanos marplatenses. En este punto, el 73% expresa que no cree que la gente respete las normas vigentes de transito, un 25% expresa que la gente las respeta solo a veces y el 1,0% dice que siempre son respetadas.
Con esta sintética observación sólo pretendo aportar elementos para el análisis de situación en relación a la identificación de un problema, primer paso para la planificación de un programa.

Construyendo nuestra identidad

Planificación participativa para los marplatenses

En estos últimos días la ciudad ha comenzado a discutir y a movilizarse desde diferentes sectores en relación a su patrimonio histórico y a su identidad. Se ha logrado evadir la intención de desafección del inmueble ubicado en Belgrano e Hipólito Yrigoyen donde actualmente se encuentra la Mueblería Robert aunque, por otra parte, hemos sido testigos del voto favorable por parte del Concejo Deliberante sobre la desafectación y demolición del Chalet San Jose de Boulevard Marítimo y Bernado de Irigoyen. Había sido declarado de interés patrimonial en 1995, cuando se aprobó y reglamentó el Código de Preservación Patrimonial.
Nuestra historia con amplios movimientos migratorios, una identidad que se encuentra pluralmente arraigada en cuestiones vinculadas a la naturaleza propia de una ciudad balnearia y turística y un programa político errático entre 1995 y le fecha son elementos que permiten ponderar la discusión sobre patrimonio histórico e identidad en Mar del Plata.
Cuando se piensa en términos de patrimonio, muchas veces se hace referencia a aquello que resulta emblemático y no sobre lo cotidiano. Por ello, pensar desde la apropiación del patrimonio histórico, entendiendo los usos sociales que relacionan esos bienes con las necesidades de ciertos grupos acortaría la distancia entre la comunidad y el patrimonio. La posibilidad de selección de lo que será el patrimonio de nuestra sociedad es lo que va a determinar, a fin de cuentas, esta distancia. Desde aquí repensamos la idea de patrimonio resultando un fruto del consenso y de la identidad social y no una resolución de un grupo hegemónico.
De este modo, nos inscribimos en una forma de pensar la cultura diferente a la que solemos escuchar. La cultura ya no como totalidad de un modo de vida, ni como entidad estática y hegemónica sino que la comenzamos a comprender desde el concepto de lo plural, de la diversidad propia del mundo histórico. No se trata de una cualidad inmutable desde el principio de los tiempos, sino de una construcción del presente que regenera el pasado en la búsqueda de un futuro posible.
Aquel eje totalizador que respondió en la modernidad con paradigmas vigentes que señalaban un solo rumbo posible, paradójicamente, se encontraba casi negando la real intervención de los hombres sobre su propia existencia. Hoy, a la luz de esta interpretación de lo social, nos permite analizar objetivamente procesos de estructuración social prestando la debida atención a las representaciones y las subjetividades individuales, al lugar del hombre, a la apropiación que el mismo pretende realizar de su patrimonio arquitectónico.
Entonces si redefinimos la idea de cultura, tenemos que seguir por la misma línea el concepto de identidad que como construcciones simbólicas que involucran representaciones y pertenencias comprendemos, también, desde lo plural, lo cambiante, lo múltiple. Y, en este sentido, Garcia Clanclini aclara que no podemos pensar que esta multiplicación es libertad irrestricta o indeterminación sino algo propio del crecimiento urbano de las ciudades del mundo, donde el desafío resulta volver el mundo traducible para convivir en la diversidad.
Una ciudad con características migratorias y una complejidad creciente son factores que deben permitirnos el salto cualitativo de cualquier polarización, costumbre política argentina. Ni tradicionalismo sustancialista, donde la evaluación de los bienes históricos es solamente a través del valor que conllevan en sí mismos, considerando que han desaparecido experiencias sociales y el trabajo de quienes los produjeron y el pasado desvanecido sobrevira a través de los bienes que lo rememoran; ni mercantilismo en el cual los bienes acumulados por la sociedad importan en la medida en favorecen o retardan el avance material y cualquier inversión para recuperar patrimonios se justifica si cotiza en el mercado.
Una perspectiva participativa podría ser el comienzo de la salida en la cual el accionar del Estado y su interacción con los actores sociales se desarrolle en un proceso abierto de aprendizaje en forma compartida entre sector público, sociedad civil y comunidad académica. Esta búsqueda debería estar planteada en forma concertada por un conjunto de personas y organizaciones heterogéneas diferenciándose de la concepción tecnocrática del paradigma tradicional de planificación donde el acceso al conocimiento sobre prioridades y necesidades de la población meta se podía plantear a través de los técnicos asociados al caso.
Así, la idea de cultura, la construcción de identidad posterior y el paradigma de planificación participativa tienen elementos subyacentes compartidos en tanto la selección de qué y cómo se preserva se realiza por medio de un proceso democrático en el que intervengan interesados y se consideren sus hábitos y opiniones. Esta forma de planificación esta conjugando la diversidad, buscando consensos y construyendo la identidad lejos de los emblemas patrimoniales o los tecnicismos en una interacción con los grupos sociales interesados en la construcción de un espacio de pertenencia local.
Entonces si la construcción cultural local que abarca mezclas interculturales en función de sus conocidos movimientos migratorios y, en este mismo sentido, si la identidad se comprende desde la pluralidad de pertenencias en una construcción simbólica del hombre, son estos grupos sociales interesados en esta identidad local los que deben ser escuchados en la producción del patrimonio histórico marplatense.